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Cada mañana un nuevo titular subraya las crecientes preocupaciones económicas: La inflación más alta desde la década de 1970. Los bancos centrales elevan agresivamente las tasas. La confianza del consumidor está en mínimos históricos. Los precios de las materias primas están cerca de máximos históricos. Claramente, la inflación, como mínimo, ha alterado el estado de ánimo económico y, potencialmente, ha reseteado la trayectoria de las economías globales y nacionales en todo el mundo para los años venideros. Los expertos de McKinsey han examinado muchas de las implicaciones estratégicas de la inflación. Aquí, utilizamos los mejores y más recientes datos disponibles públicamente para ofrecer siete gráficas que ilustran el insidioso progreso de la inflación.
Aquí viene la caballería. En respuesta al aumento alarmante de la inflación, los bancos centrales de todo el mundo están elevando las tasas de interés básicas de los préstamos bancarios. Sin embargo, hasta ahora los aumentos de tasas en la mayoría de los países no han igualado el ritmo de la inflación.
Como analizamos a continuación, se espera que el aumento de las tasas reduzca la demanda y los precios de dos componentes críticos de la inflación general: la vivienda y las materias primas, como la energía y los metales.
¿Tan seguro como las casas? Los precios de la vivienda subieron considerablemente incluso antes de la ola de inflación de 2022, ya que la pandemia provocó una reorganización inmobiliaria masiva. Aquí mostramos el aumento de 2020 a 2021. Los precios de la vivienda superaron con creces las expectativas, en un fenómeno bastante global. En Europa, los propietarios turcos registraron las mayores ganancias, seguidos de cerca por los de la República Checa y Lituania. En Asia-Pacífico, Nueva Zelanda y Australia lograron grandes ganancias. En América del Norte, Estados Unidos y Canadá se beneficiaron del aumento; México no lo hizo. En Colombia, uno de los tres países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en América del Sur, las ganancias fueron pequeñas.
La contribución de las materias primas. Los inversionistas suelen decir que, en tiempos de inflación, el mejor lugar para invertir es en las materias primas. Por supuesto, eso se debe a que los precios de las materias primas reflejan la demanda de los insumos necesarios para la expansión económica. El patrón es válido para la mayoría de las materias primas en esta gráfica: a medida que el estímulo económico reactivó la economía global, que había sido perforada por la pandemia de la COVID-19, los precios se dispararon. Luego, la invasión rusa de Ucrania hizo que los precios subieran aún más. El mayor aumento fue en los fertilizantes. Impulsados por la escasez de gas natural, un componente clave en su fabricación, y por la creciente demanda de los agricultores, los precios de los fertilizantes subieron considerablemente.
Una crisis alimentaria en ciernes. El despegue de los precios de los fertilizantes, junto con otras consecuencias de la guerra en Ucrania, ha elevado mucho más los precios de los alimentos básicos. Desde 2021, los precios de los alimentos han alcanzado su nivel más alto desde que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estableció su índice. Los precios actuales son considerablemente más elevados que en los aumentos anteriores de 2008 y 2011, que fueron precipitados por la crisis financiera mundial. En la década transcurrida desde entonces, los precios se han moderado considerablemente. Pero subieron drásticamente en 2021, debido a los problemas en la cadena de suministro, la sequía y otros factores. Y la guerra en Ucrania ha elevado los precios de los alimentos a un nivel completamente nuevo.
El aumento de la inflación está afectando el crecimiento de los salarios reales.
La erosión de los salarios. De los componentes de la inflación pasamos ahora a dos de sus efectos más críticos en la economía global, comenzando por los salarios. Los salarios reales se habían estancado durante muchos años en las mayores economías de la OCDE. Justo antes de la pandemia, los salarios reales subieron poderosamente; el endurecimiento de los mercados laborales dio la ventaja en las negociaciones a los trabajadores. La pandemia alteró radicalmente la ecuación, por supuesto.
A medida que las economías se estabilizaron y reflotaron, los salarios reales comenzaron a subir nuevamente. Pero la inflación desenfrenada detuvo ese crecimiento, aumentando tan rápido que ha disminuido el poder adquisitivo del salario neto de la gente. Por ejemplo, los trabajadores en Reino Unido han visto caer su remuneración real en aproximadamente un 8 por ciento interanual.
Un panorama cada vez más oscuro para el crecimiento. A medida que los precios se disparan y dan pocas señales de disminuir, el riesgo es que la inflación se arraigue y los bancos centrales tengan que subir las tasas de manera más enérgica para frenar la demanda. En consecuencia, muchos analistas están reduciendo sus previsiones de crecimiento económico. Por ejemplo, en el estudio Economic Outlook (Perspectivas Económicas) de la OCDE, el crecimiento del PIB real proyectado en Turquía es ahora unos ocho puntos porcentuales más bajo que las proyecciones anteriores; y el de Argentina es más o menos el mismo. Las previsiones para Reino Unido son 7.4 puntos porcentuales más bajas. Sin embargo, con la alta demanda de petróleo, las proyecciones para el crecimiento del PIB real de Arabia Saudita son alrededor de 6 puntos porcentuales más altas.