Hemos tomado prestada una página del mundo corporativo —a saber, el balance general— para evaluar la salud subyacente y la resiliencia de la economía global a medida que comienza a recuperarse de la pandemia de la COVID-19. Esta visión desde el balance general complementa los enfoques más típicos basados en el PIB, los niveles de inversión de capital y otras medidas de los flujos económicos que reflejan los cambios en el valor económico. Nuestro informe, The rise of the global balance sheet: How productively are we using our wealth? (El auge del balance mundial: ¿con qué nivel de productividad estamos utilizando nuestra riqueza?) ofrece un análisis en profundidad de la economía global tras dos décadas de turbulencias financieras y más de diez años de fuerte intervención de los bancos centrales, interrumpidos por la pandemia.
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En diez países que representan alrededor del 60 por ciento del PIB mundial —Australia, Canadá, China, Francia, Alemania, Japón, México, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos—, el vínculo histórico entre el crecimiento del patrimonio neto y el crecimiento del PIB ya no se mantiene. Mientras que el crecimiento económico ha sido tibio durante las dos últimas décadas en las economías avanzadas, los balances y el patrimonio neto que lo han seguido durante mucho tiempo han triplicado su tamaño. Esta divergencia surgió cuando los precios de los activos aumentaron, pero no como resultado de las tendencias del siglo XXI, como la creciente digitalización de la economía.
Más bien, en una economía cada vez más impulsada por activos intangibles como el software y otros tipos de propiedad intelectual, un exceso de ahorros ha luchado por encontrar inversiones que ofrezcan un rendimiento económico suficiente y un valor duradero para los inversionistas. En su lugar, estos ahorros han encontrado el camino hacia el sector inmobiliario, que en 2020 representaba dos tercios del patrimonio neto. Otros activos fijos que pueden impulsar el crecimiento económico representaban solo un 20 por ciento del total. Además, el valor de los activos es ahora casi un 50 por ciento superior a la media a largo plazo en relación con los ingresos. Y por cada dólar de nueva inversión neta en los últimos 20 años, los pasivos generales han crecido en casi $4 dólares, de los cuales unos $2 dólares son deuda.
Estos resultados plantean preguntas importantes a los responsables de las políticas y a los líderes empresariales. La más importante es: ¿está la economía global experimentando un cambio de paradigma a medida que el mundo encuentra nuevas fuentes de riqueza? ¿Cuáles podrían ser algunas de esas nuevas reservas de valor? ¿O corremos el riesgo de volver a la media histórica, lo que podría dar lugar a un declive del patrimonio neto? ¿Y qué hará falta para reequilibrar la economía mundial?
TABLA DE CONTENIDOS
- El valor de mercado del balance global se triplicó en las dos primeras décadas de este siglo
- Los bienes inmuebles constituyen dos tercios de los activos reales o del patrimonio neto global
- El valor de los activos es ahora casi un 50 por ciento superior al promedio a largo plazo en relación con los ingresos
- Los activos y pasivos financieros también crecieron más rápido que el PIB, superando ampliamente la inversión neta
- Varios escenarios son posibles, con el imperativo de desplegar la riqueza de forma más productiva para las necesidades críticas de inversión
El valor de mercado del balance global se triplicó en las dos primeras décadas de este siglo
Para construir un balance global, sumamos todos los activos reales de la economía, así como todos los activos financieros de todos los sectores (incluido, sobre todo, el sector financiero), de forma análoga a como una empresa construye su balance general. A nivel funcional, el balance global tiene tres componentes que se entrelazan: el balance de la economía real, el balance financiero y el balance del sector financiero. Cada uno de ellos asciende a unos $500 billones de dólares, es decir, el equivalente a unas seis veces el PIB (Gráfica 1).
El balance de la economía real tiene $520 billones de dólares en activos reales, como maquinaria y equipos, infraestructura, edificios, recursos naturales y propiedad intelectual. Estos activos se reflejan en el pasivo como patrimonio neto.
El balance financiero de los hogares, las corporaciones y los gobiernos cuenta con $510 billones de dólares en activos financieros, como acciones, bonos, fondos de pensiones y efectivo y depósitos que facilitan la propiedad y la transferencia del riesgo de los activos reales, además de permitir el ahorro y el consumo a lo largo del tiempo. Estos activos financieros se reflejan en el lado del pasivo del balance, ya que representan eventuales reclamos contra esos mismos sectores.
Por último, las instituciones financieras crean e intermedian esos activos y pasivos financieros —en el proceso de transformación de sus riesgos, vencimiento y tamaño— y mantienen $510 billones de dólares en activos financieros y un nivel similar de pasivos. Mientras que cada uno de estos tres balances se equilibra dentro de sí mismo a nivel de economía cerrada, en nuestro análisis de diez países hay una pequeña posición financiera neta negativa, lo que significa que estos países toman prestado colectivamente del resto del mundo y, por lo tanto, los activos y los pasivos no coinciden exactamente.
A nivel global, los activos reales constituyen el patrimonio neto, mientras que los activos y pasivos financieros agregados equivalen a cero
Un concepto clave para esta investigación es el de patrimonio neto como reflejo de los activos reales a nivel global. El patrimonio neto es el depósito de valor que define la riqueza y contribuye a la generación de ingresos futuros. En este informe, evaluamos los activos y los pasivos, brutos y netos, de abajo hacia arriba en todos los sectores y países y, por último, desde una perspectiva global. En el caso de los hogares, el patrimonio neto incluye tanto los activos reales (por ejemplo, las propiedades y los activos financieros) como las acciones y los bonos.
Sin embargo, a nivel global o de economía cerrada, todos los activos financieros se igualan con los pasivos correspondientes. Las acciones, que representan aproximadamente la mitad de la riqueza de los hogares, son pasivos para las corporaciones emisoras. Del mismo modo, una hipoteca es un pasivo para un hogar, pero un activo para una institución financiera. Aunque el volumen bruto de activos financieros es enorme, tras restar los pasivos financieros correspondientes el valor neto agregado es cero.
El patrimonio neto es lo que queda después de la deducción de todos los activos y pasivos financieros y, por lo tanto, equivale al valor de los activos reales no financieros. De este modo, los activos financieros representan riqueza para los sectores, las instituciones, los hogares y los países, pero, en el balance global consolidado no añaden valor al patrimonio neto, ni los pasivos financieros lo restan.
El mundo nunca ha sido más rico, con grandes variaciones entre países y hogares
El balance mundial y el patrimonio neto se han triplicado con creces entre 2000 y 2020. Los activos pasaron de $440 billones de dólares, o sea unas 13.2 veces el PIB en 2000, a $1,540 billones de dólares en 2020, mientras que el patrimonio neto creció de $160 billones a $510 billones. El patrimonio neto promedio per cápita era de $66,000 dólares, pero existen grandes variaciones entre las economías y aún más entre los hogares de una misma economía. En los países de nuestra muestra, el patrimonio neto per cápita osciló entre $46,000 dólares en México y $351,000 dólares en Australia. El patrimonio neto oscilaba entre 4.3 veces el PIB en Estados Unidos y 8.2 veces el PIB en China (Gráfica 2).
Son varios los factores que determinan el nivel de patrimonio neto en relación con el PIB en los distintos países. Entre ellos se encuentran la dotación de recursos, las balanzas comerciales y las tasas de inversión, así como los niveles de precios de los activos en comparación con las canastas de consumo. Por ejemplo, Australia, Canadá y México tienen considerables recursos naturales, mientras que los exportadores de manufacturas –Alemania y Japón– poseen importantes activos financieros netos. China y Japón tienen una de las mayores proporciones de patrimonio neto con respecto al PIB.
Entre los diez países, China representó el 50 por ciento del crecimiento del patrimonio neto, o riqueza, entre 2000 y 2020, seguida de Estados Unidos, con un 22 por ciento. Japón, que poseía el 31 por ciento de la riqueza de las diez economías en el año 2000, solo mantenía el 11 por ciento en 2020.
En los sectores familiares de China y Estados Unidos, el 10 por ciento de los hogares más ricos posee dos tercios de la riqueza. En Estados Unidos, la cantidad de riqueza del país en manos de ese 10 por ciento creció del 67 por ciento en 2000 al 71 por ciento en 2019, mientras que el 50 por ciento inferior de la participación de los propietarios de la riqueza se redujo del 1.8 por ciento en 2000 al 1.5 por ciento en 2019. En China, el 10 por ciento de los hogares más ricos poseía el 48 por ciento de la riqueza del país en 2000 y, en 2015, esos hogares poseían el 67 por ciento. El 50 por ciento de los hogares chinos más pobres poseía el 14 por ciento de la riqueza en 2000 y el 6 por ciento en 2015.
Los perfiles de los activos, los pasivos y el patrimonio neto varían según los sectores económicos, y los hogares son propietarios de aproximadamente el 95 por ciento de la riqueza
Los hogares son los propietarios finales de la riqueza. Para los hogares, los activos reales, sobre todo la vivienda, constituyen casi la mitad del patrimonio neto. Los activos financieros netos, los activos de pensiones, los depósitos y las acciones, en partes más o menos iguales, constituyen la otra mitad. La distribución de los activos entre los hogares varía según los países. Por ejemplo, los hogares de Australia, Francia, Alemania y México poseen edificios y terrenos, mientras que en Estados Unidos, las acciones y las pensiones constituyen la mayor parte de la riqueza de los hogares. En Japón, los depósitos representan más de un tercio del total de los activos de los hogares. A través de esos activos financieros y de las propiedades inmobiliarias, los hogares de los diez países controlan el 95 por ciento del patrimonio neto, que oscila entre el 64 por ciento del patrimonio neto nacional en México y el 135 por ciento en Estados Unidos.
El sector público, a menudo considerado un facilitador de la riqueza, posee sobre todo edificios públicos, infraestructura, terrenos y recursos naturales que equivalen a cerca del 90 por ciento del PIB, y en algunos países también posee activos financieros como participaciones en empresas estatales. En el lado del pasivo del balance, la deuda pública en muchos países supera el valor de los activos públicos reales.
Las corporaciones no financieras, creadoras de riqueza, poseen activos productivos como maquinaria, fábricas e intangibles por un valor de 0.8 veces el PIB, e inventarios por un valor de 0.4 veces el PIB. También tienen importantes propiedades inmobiliarias, como hoteles, restaurantes y edificios de oficinas. Transmiten efectivamente esta riqueza a los hogares a través de la deuda y las acciones. Los activos reales del sector empresarial oscilan entre solo 1.3 veces el PIB en Estados Unidos y 3.8 veces el PIB en China.
Las empresas financieras, intermediarias de la riqueza, reflejan los activos y pasivos de otros sectores. Poseen activos financieros como hipotecas, bonos públicos y corporativos, y acciones. Al mismo tiempo, deben depósitos, bonos y activos de pensiones, sobre todo a los hogares. El sector financiero incluye a los bancos centrales y sus balances en expansión.
Los bienes inmuebles constituyen dos tercios de los activos reales o del patrimonio neto global
El valor de los bienes inmuebles residenciales, incluidos terrenos, representaba el 46 por ciento del patrimonio neto global en 2020, mientras que los edificios corporativos y gubernamentales, y los terrenos asociados a ellos, representaban un 23 por ciento adicional. Otros activos fijos, como la infraestructura, las estructuras industriales, la maquinaria y los equipos, los intangibles y las reservas minerales —los tipos de activos que suelen impulsar el crecimiento económico— representaban solo una quinta parte de los activos reales o del patrimonio neto, y oscilaban entre el 15 por ciento en Reino Unido y Francia y el 39 por ciento en Japón (Gráfica 3).
Los activos intangibles se refieren a la propiedad intelectual, como la I+D y el software, y desempeñan un papel cada vez más importante en la economía actual. La OCDE informó en 2015 de que los activos intangibles tenían un rendimiento esperado del 24 por ciento, la tasa más alta entre las categorías de activos producidos. Sin embargo, los intangibles representan solo el 4 por ciento del patrimonio neto total y, por lo tanto, no han servido como un depósito de valor significativo, al menos no bajo las normas de contabilidad actuales. La razón es que se supone que el valor de los activos intangibles disminuye rápidamente para sus propietarios, en su mayoría empresas, debido a la obsolescencia y la competencia, aunque su valor para la sociedad puede tener una vida útil mucho más larga.
Entre los diez países, las empresas y los mercados de Canadá y Estados Unidos parecen valorar los intangibles más favorablemente que los de otros países. Por ejemplo, mientras las proporciones de valor de mercado a valor contable se disparaban, en Estados Unidos el valor de los fondos propios de las empresas superó el valor de los activos netos subyacentes en una vez el PIB en 2020. Esto puede reflejar un mayor valor de los intangibles, pero también podría estar relacionado con el mercado y el entorno competitivo.
El valor de los activos es ahora casi un 50 por ciento superior al promedio a largo plazo en relación con los ingresos
Antes del año 2000, el crecimiento del patrimonio neto seguía en gran medida el crecimiento del PIB a nivel mundial, con divergencias ocasionales entre países, como en Estados Unidos a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, en el período previo a la crisis de los ahorros y los préstamos, y en Japón durante la burbuja de activos seguida de una crisis bancaria a principios de la década de 1990 (Gráfica 4).
El patrimonio neto a valor de mercado comenzó a crecer significativamente más rápido que el PIB en la mayoría de los diez países alrededor del año 2000, incluso cuando la inversión real siguió moviéndose en paralelo con el PIB. Esto coincide con un periodo en el que las tasas de interés y las tasas de rendimiento de los bienes inmuebles descendieron a mínimos históricos. Entre 2000 y 2020, el patrimonio neto en comparación con el PIB fue 104 puntos porcentuales más alto, en promedio, que entre 1970 y 1999. El mayor incremento del patrimonio neto en relación con el PIB entre 2000 y 2020 se produjo en Francia, donde aumentó en 371 puntos porcentuales, ya que los precios de los bienes inmuebles se dispararon, sobre todo a principios de la década de 2000.
El aumento de los precios de los activos representó cerca de tres cuartas partes del crecimiento del patrimonio neto entre 2000 y 2020, mientras que el ahorro y la inversión solo representaron el 28 por ciento
El patrimonio neto es un derecho sobre los ingresos futuros, e históricamente su crecimiento ha reflejado, en gran medida, el tipo de inversiones que impulsan la productividad y el crecimiento, además de la inflación general. Sin embargo, durante las dos últimas décadas, la inversión neta como parte del PIB ha sido baja y en declive, especialmente en las economías avanzadas, contribuyendo solo en un 28 por ciento a la expansión del patrimonio neto. El aumento de los precios de los activos representó el 77 por ciento del crecimiento del patrimonio neto, y más de la mitad de esos efectos de los precios fueron superiores a la inflación general. (El 4 por ciento que supera el 100 por ciento refleja los activos financieros netos negativos a nivel mundial).
Las valuaciones de los activos reales han aumentado en las dos últimas décadas, mientras las tasas de interés han bajado y los rendimientos operativos se han estancado o han disminuido
Los activos reales son fundamentales para la economía global. Los rendimientos de esos activos representan directamente una cuarta parte del PIB. El crecimiento de los activos reales también complementa la mano de obra en el impulso de la productividad, que a su vez impulsa el crecimiento económico.
Cuando las valuaciones de los activos se dispararon, las ganancias de valuación por encima de la inflación superaron los rendimientos operativos en varias economías durante la década pasada. Esto hizo que los inversionistas dieran prioridad a los posibles aumentos del precio de los activos frente a la inversión económica real y la mejora de los activos operativos (Gráfica 5).
Los rendimientos de operación de los activos producidos varían significativamente entre los diez países: entre el 3 y el 4 por ciento en las naciones de la Unión Europea y Asia que analizamos; entre el 6 y el 8 por ciento en Australia, Canadá, Reino Unido y Estados Unidos, y el 11 por ciento en México. Las carteras de activos y la combinación de sectores solo explican parcialmente estas diferencias. En el caso de Australia y Reino Unido, los elevados precios de los terrenos pueden sesgar algunos de los resultados; en Canadá y Estados Unidos, los elevados rendimientos persisten incluso después de ajustarlos.
El descenso de las tasas de interés y, sobre todo, de los rendimientos de las rentas fue fundamental para aumentar el valor de los activos
Desde el año 2000, el patrimonio neto ha aumentado a medida que bajaban las tasas de interés. Nuestro análisis encontró una fuerte correlación inversa entre los promedios móviles de cinco años del patrimonio neto y las tasas de interés nominales después del año 2000. En Japón y Estados Unidos, esta relación no se mantuvo, quizá porque ambos países trabajaron para reparar sus balances tras las crisis financieras. Japón y China registraron, en promedio, los menores descensos anuales de las tasas de interés a largo plazo de los países que analizamos.
El sector inmobiliario ilustra la base de las ganancias de valuación y su vínculo con las tasas de interés o de descuento. A medida que los precios de la vivienda han subido –triplicándose aproximadamente, en promedio, en los diez países de la muestra entre 2000 y 2020–, el impacto del aumento de los ingresos por rentas, incluidas las rentas imputadas de los bienes de propiedad absoluta, se vio compensado por la fuerte disminución de los rendimientos de las rentas. Estos rendimientos suelen disminuir con la baja de las tasas de interés, ya que los costos de financiamiento se reducen. Por lo tanto, el descenso de las tasas de interés ha desempeñado un papel decisivo en el aumento de los precios inmobiliarios. La inelasticidad de la oferta de terrenos también ha influido, ya que, de lo contrario, cabría esperar que las rentas bajaran con la caída de las tasas de interés, en lugar de que los precios de los inmuebles subieran. Australia, Canadá, Francia y Reino Unido registraron el mayor crecimiento del valor de los bienes inmuebles de los hogares en relación con el PIB.
Del aumento del patrimonio neto vinculado a los bienes inmuebles a nivel mundial, alrededor del 55 por ciento se derivó del aumento de los precios de los terrenos, mientras que el 24 por ciento fue atribuible al aumento de los costos de construcción. El 21 por ciento restante fue resultado de la inversión neta, es decir, de la construcción de nuevas viviendas o de la mejora de las existentes con menos desgaste.
Los precios inmobiliarios parecen elevados desde una perspectiva histórica de largo plazo
Según los datos del premio Nobel Robert Shiller, los precios de la vivienda ajustados a la inflación en Estados Unidos durante los últimos 130 años se han movido en su mayoría en línea con la inflación de los precios de los bienes. Sin embargo, hubo dos excepciones: durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, y a partir de finales de la década de 1990 y hasta 2006. Los precios de la vivienda cayeron bruscamente durante y después de la crisis financiera de 2008, pero desde entonces han recuperado los niveles anteriores a la crisis.
Una visión aún más a largo plazo de los precios de la vivienda se centra en el canal Herengracht de Ámsterdam, que se remonta a más de tres siglos, hasta 1650. También allí los precios de la vivienda se han movido en gran medida en línea con la inflación a lo largo del tiempo, y los precios de las rentas se han movido en gran medida al mismo ritmo que los precios de las viviendas. Los datos de Ámsterdam también muestran un notable aumento de los precios reales de las viviendas desde la década de 1990 hasta 2005 (cuando finalizan los datos). Los precios reales en 2005 estaban cerca de su máximo desde finales del siglo XVIII.
Casi todo el crecimiento del patrimonio neto entre 2000 y 2020 se produjo en el sector de los hogares, como resultado del aumento de las valuaciones de las acciones y de los bienes inmuebles
El patrimonio neto de los hogares pasó de 4.2 veces el PIB en 2000 a 5.8 veces el PIB en 2020, superando el crecimiento del patrimonio neto en general. La mitad del crecimiento del patrimonio neto de los hogares se debe al aumento de las valuaciones de las acciones, especialmente en China, Suecia y Estados Unidos, y otro 40 por ciento proviene del incremento de las valuaciones de las viviendas. El valor de la vivienda en Australia, Canadá, Francia y Reino Unido creció más que un múltiplo del PIB. El patrimonio neto de los hogares también creció como resultado del aumento de los depósitos que se filtraron a través de la creación de dinero y las medidas de estímulo, pero la deuda del sector de los hogares se mantuvo relativamente estable en relación con el PIB.
Los activos y pasivos financieros también crecieron más rápido que el PIB, superando ampliamente la inversión neta
De 2000 a 2020, los activos financieros como las acciones, los bonos y los derivados crecieron de 8.5 a 12 veces el PIB. A medida que los precios de los activos aumentaron, se crearon casi $2 dólares de deuda y unos $4 dólares de pasivos totales, incluida la deuda, por cada dólar de nueva inversión neta.
Las variaciones de los países fueron amplias, y la cantidad de deuda creada por cada dólar de nueva inversión neta osciló entre poco más de $1 dólar en China y casi $5 dólares en Reino Unido.
Dentro del sector financiero, los activos financieros crecieron de 4.4 veces el PIB en 2000 a 6.0 veces el PIB en 2020. Los pasivos monetarios y de depósitos, en particular, experimentaron un crecimiento sustancial de 96 puntos porcentuales. Los balances de los bancos centrales, que se incluyen en el sector financiero y reflejan muchos de estos pasivos monetarios, se expandieron colectivamente de 0.1 veces el PIB en 2000 a 0.5 veces en 2020. Más del 40 por ciento del aumento global se produjo entre 2019 y 2020, durante la pandemia de la COVID-19.
Fuera del sector financiero, los activos financieros crecieron de 4.2 veces el PIB en 2000 a 6.0 veces el PIB en 2020. La relación entre la deuda y el PIB fuera del sector financiero creció en 79 puntos porcentuales, con una variación sustancial entre los diez países. (En el total de la economía, las relaciones entre la deuda y el PIB aumentaron en 77 puntos porcentuales durante este periodo).
A diferencia de las décadas de 1980 y 1990, esta rápida expansión estuvo en consonancia con el rápido crecimiento del valor y los precios de los activos, y superó ampliamente las nuevas inversiones. Los activos y pasivos financieros de los hogares, las administraciones públicas y las empresas no financieras han crecido una media de 3.9 veces la inversión neta acumulada en activos reales en las diez economías, y la deuda ha crecido en un promedio de dos veces la inversión neta acumulada. En otras palabras, se crearon $4 dólares en pasivos financieros por cada dólar de nueva inversión neta (Gráfica 6).
Las relaciones deuda-PIB son la medida que se utiliza convencionalmente para evaluar la sustentabilidad de la deuda, y mientras que esa relación es similar en China, Francia y Reino Unido, las relaciones de préstamo-valor varían notablemente, desde el 57 por ciento en China hasta el 98 por ciento en Francia y el 138 por ciento en Reino Unido. Las relaciones préstamo-valor, que comparan los niveles de deuda con el valor de los activos producidos, son especialmente elevadas en los sectores gubernamentales de los diez países, donde la deuda es, a menudo, varios factores más elevada que los activos públicos subyacentes. Aunque la deuda ha aumentado, su costo se ha reducido de manera considerable en relación con el PIB, gracias a la disminución de las tasas de interés.
Varios escenarios son posibles, con el imperativo de desplegar la riqueza de forma más productiva para las necesidades críticas de inversión
Hay diferentes maneras de interpretar la expansión de los balances y del patrimonio neto en relación con el PIB. Podría marcar un cambio de paradigma económico o podría preceder a una reversión a la media histórica, de forma suave o abrupta. Apuntar a un reequilibrio suave a través de un crecimiento más rápido del PIB podría ser la opción más segura y deseable. Para lograrlo, reorientar el capital hacia usos más productivos y sostenibles parece ser el imperativo económico de nuestro tiempo, no solo para apoyar el crecimiento y el medio ambiente, sino también para proteger nuestra riqueza y nuestros sistemas financieros.
Según el primer enfoque, se ha producido un cambio de paradigma económico que hace que nuestras sociedades sean más ricas que en el pasado en relación con el PIB. Desde este punto de vista, las tendencias mundiales, como el envejecimiento de la población, la elevada propensión al ahorro entre los que se encuentran en el extremo superior del espectro de ingresos y el cambio hacia una mayor inversión en bienes intangibles que pierden rápidamente su valor privado, son posibles cambios que afectan el equilibrio entre ahorro e inversión. Todo ello podría conducir a tasas de interés sostenidamente más bajas y a expectativas de futuro estables, apoyando así valuaciones de los activos más altas que en el pasado.
Según el enfoque contrario, este largo periodo de divergencia podría estar llegando a su fin, y los elevados precios de los activos podrían acabar volviendo a su relación a largo plazo con el PIB, como ha ocurrido en el pasado. Por ejemplo, el aumento de la inversión en la recuperación pospandémica, en la economía digital o en la sostenibilidad podría alterar la dinámica ahorro-inversión y ejercer presión sobre las tasas de interés inusualmente bajas que se aplican hoy en día en todo el mundo. Esto llevaría a un descenso material de los valores inmobiliarios que han apuntalado el crecimiento del patrimonio neto global durante las dos últimas décadas.
No solo se cuestiona la sustentabilidad del balance ampliado, sino también su conveniencia, teniendo en cuenta algunos de los motores y las posibles consecuencias de la expansión. Por ejemplo, ¿es saludable para la economía que los altos precios de las viviendas, en lugar de la inversión en activos productivos, sean el motor del crecimiento, y que la riqueza se construya sobre todo a partir del aumento de los precios de la riqueza existente?
El camino más inteligente a futuro, por lo tanto, puede ser que los responsables de la toma de decisiones trabajen para estabilizar y reducir el balance en relación con el PIB mediante el crecimiento del PIB nominal. Para ello, tendrían que reorientar el capital hacia nuevas inversiones productivas en activos reales e innovaciones que aceleren el crecimiento económico.
Para los líderes empresariales, esto significaría identificar nuevas oportunidades de crecimiento y formas de aumentar la productividad de la mano de obra con inversiones de capital que complementen en lugar de desplazar a sus empleados. Muchas empresas tienen hoy un exceso de liquidez que podrían utilizar. Las inversiones en sostenibilidad, por ejemplo, podrían dejar de ser un costo para convertirse en una oportunidad de crecimiento si se establecen condiciones marco, como una mayor fijación de precios del carbono, que requieran una mayor inversión pero mantengan la igualdad de condiciones entre los competidores. ¿Podrían los cambios en la forma de contabilizar los intangibles en los balances de las corporaciones dar lugar a una mayor inversión? ¿Y de qué manera deberían pensar los líderes empresariales en proporcionar nuevas reservas de valor, justificar las valoraciones de las acciones y crear riqueza en los hogares?
Los dirigentes de las instituciones financieras podrían tratar de desarrollar mecanismos de financiamiento destinados a desplegar el capital hacia nuevas oportunidades de crecimiento, limitando, al mismo tiempo, la creación de deuda para las transacciones de activos a precios cada vez más elevados. Además, el balance mundial se refleja directamente en sus propios balances. Más allá de las evaluaciones de riesgo, ¿qué significan las tendencias de los últimos 20 años y los escenarios futuros para sus balances y el crecimiento de sus ingresos? ¿Cómo podrían contribuir a la evolución del balance global y qué significaría eso para la banca responsable?
Para los responsables de las políticas, el reequilibrio requeriría la eliminación de las barreras a la inversión en las brechas de la economía, como la sostenibilidad y la vivienda asequible. Ya existen herramientas para lograrlo, como la reforma de las normativas de zonificación que hacen que los bienes inmuebles sean escasos; las palancas fiscales que alteran la tributación de las ganancias de capital y de la propiedad en relación con los ingresos, y tomarse más en serio la fijación de precios y la regulación del carbono.
Esta investigación ofrece una nueva forma de evaluar el contexto macroeconómico en el que operan y viven las empresas, los gobiernos, los hogares y las instituciones financieras. Proporciona una plataforma para desarrollar escenarios para el futuro y encontrar maneras de protegerse contra los riesgos y capturar los beneficios si los balances se reequilibran y el entorno económico cambia como resultado. Esperamos abordar algunas de estas cuestiones en futuras investigaciones, e invitamos a que nos hagan llegar sus comentarios y opiniones.