De un vistazo
- La salud espiritual abarca tener un sentido en la vida, un sentimiento de conexión con algo más grande que uno mismo y un sentido de propósito. Encontrar este sentido se asocia a una buena salud mental, social y física.
- Aunque la evaluación de la salud espiritual varía mucho según la edad y el lugar, la Encuesta Global de la Generación Z (Global Gen Z Survey) del McKinsey Health Institute en 26 países reveló que, en todas las cohortes generacionales, la gran mayoría de los encuestados dijeron que la salud espiritual es de “algo” a “extremadamente” importante para ellos.
- Las partes interesadas sociales, públicas y privadas pueden explorar formas de ayudar a las personas a encontrar un propósito y un espacio para reflexionar sobre sus vidas. Esto incluye a los empleadores que buscan ayudar a la gente a encontrar sentido a su trabajo.
Más perspectivas de McKinsey en Español
Mire nuestra colección de artículos en Español y suscríbase a nuestro newsletter mensual en Español.
En la visión del McKinsey Health Institute (MHI) de una concepción moderna de la salud, la salud espiritual no es algo “agradable de tener”, sino una dimensión esencial, junto con la salud física, mental y social. Pero la salud espiritual puede ser difícil de definir. Para muchos, evoca una variedad de sentimientos. Hay quienes la consideran inseparable de la religión, así como quienes la asocian con seguir una brújula moral interna o encontrar la paz y la calma a través de la meditación. Si bien esos sentimientos pueden superponerse, el concepto de salud espiritual del MHI1 no está necesariamente ligado a las creencias religiosas, sino más bien al sentido de la propia vida, a un amplio sentimiento de conexión con algo más grande que uno mismo y a un fuerte sentido de propósito. Esto puede encontrarse dentro de una comunidad, una vocación, una forma de divinidad, la capacidad de sentirse arraigado y consciente en el momento presente, o todo lo anterior. Y quienes son capaces de desarrollar su salud espiritual suelen ver solapamientos positivos con las otras dimensiones de la salud.
Sin embargo, existen diferencias entre las generaciones acerca de cómo informan sobre la salud espiritual. La reciente Encuesta Global de la Generación Z del MHI –una encuesta intergeneracional que sobremuestreó a la Generación Z para obtener información sobre ella, al mismo tiempo que tomó muestras de todas las demás generaciones con fines comparativos– destaca la complejidad de cómo se percibe y practica la salud espiritual en todo el mundo y la forma en que afecta al bienestar general.2 Entre los 41,000 encuestados de diferentes cohortes generacionales en 26 países, la gran mayoría afirmó que la salud espiritual es de “algo” a “extremadamente importante” para ellos (vea el recuadro “Metodología”). Este hallazgo es similar a los de encuestas anteriores del MHI. Esta encuesta también pone de relieve las diferentes perspectivas mundiales sobre la importancia de la salud espiritual. Por ejemplo, más del 80 por ciento de los encuestados en Brasil, Indonesia, Nigeria y Vietnam dijeron que la salud espiritual era muy o extremadamente importante, en comparación con menos del 45 por ciento de los encuestados en Irlanda, Países Bajos y Suecia. Comprender hasta qué punto varía el nivel de importancia de la salud espiritual podría mejorar la comprensión en un mundo globalizado, incluso para quienes trabajan en el sector social, público o privado.
También se trata de un área con potencial para más investigación: un análisis del MHI descubrió que alrededor del 75 por ciento de los estudios relacionados con la salud miden principalmente la salud física, mientras que solo el 12 por ciento miden la salud mental, el 6 por ciento la salud social y el 1 por ciento la salud espiritual.3 El MHI ha realizado múltiples encuestas globales para comprender cómo perciben las personas las cuatro dimensiones de la salud y qué lagunas existen. En una encuesta reciente del MHI a empleados, por ejemplo, más de la mitad de los encuestados de 30 países reportaron una salud holística general positiva, pero la proporción más baja de puntuaciones positivas se relacionaba a la salud espiritual. Esto puede indicar que algunos empleados, independientemente del país, pueden tener dificultades para integrar el sentido en sus vidas y en su trabajo, lo que podría, a su vez, afectar su salud física, mental y social.
La siguiente serie de reflexiones ilustra lo que dijeron los encuestados de distintas generaciones sobre su salud espiritual en la Encuesta Global de la Generación Z, cómo comprender mejor las diferencias en función de la edad y el país, y cómo todo el mundo tiene un papel que desempeñar para ayudar a las personas a tener una vida con propósito. Esto puede comenzar por comprender cómo la salud espiritual se cruza con otras dimensiones. El MHI destaca específicamente a la Generación Z por los numerosos desafíos a los que se enfrentan los jóvenes en la transición a la edad adulta y por cómo la comprensión de los aspectos de la salud puede conducir a una mejor resiliencia.
Mientras que los miembros de la Generación Z que tienen una buena salud espiritual parecen estar bien en todas las dimensiones, los que tienen una mala salud espiritual pueden estar pasando dificultades (Gráfica 1). Las personas que declaran tener una mala salud espiritual son hasta aproximadamente cuatro veces menos propensas a decir que tienen una salud mental buena o muy buena que las que declaran tener una salud espiritual neutra o buena. Además, las personas con mala salud espiritual tienen aproximadamente dos veces menos probabilidades de reportar una buena salud social o física.
La encuesta de la Generación Z no es la única investigación que se está realizando para averiguar cómo la salud espiritual puede solaparse con otras dimensiones. La salud espiritual se ha correlacionado con múltiples dimensiones de la calidad de vida en otros estudios,4 y ha habido un creciente debate sobre el papel de la salud espiritual en la atención médica holística.5 Esto puede incluir el papel de las creencias espirituales en la salud mental, con algunos estudios que encuentran que las puntuaciones más altas de espiritualidad se correlacionan con menos síntomas depresivos o que la salud espiritual y el apoyo social percibido se asocian con menos ansiedad ante la muerte en los ancianos.6
Otros estudios han encontrado que la salud espiritual y física están fuertemente conectadas para algunos pacientes, con un estudio estadounidense de 2011 que encontró que el 41 por ciento de los pacientes deseaban una conversación sobre preocupaciones religiosas y/o espirituales mientras estaban hospitalizados.7 También hay cierta evidencia de la conexión entre el bienestar espiritual, social y mental: un estudio de 2017 encontró que las personas mayores en Irán que tenían comportamientos espirituales y buena salud social eran más propensos a tener capacidad de autocuidado.8
En general, los encuestados de la Generación Z reportaron problemas con la salud espiritual en un porcentaje mayor que los encuestados de otras generaciones; aproximadamente tres veces más miembros de la Generación Z reportaron mala salud espiritual que los baby boomers.9 Los miembros de la Generación Z con mala salud mental tenían tres veces más probabilidades de reportar una falta de sentido en sus vidas que aquellos con buena salud mental (Gráfica 2). Y aunque la Generación Z es la que más problemas tiene con la salud espiritual, no es la única generación en la que la salud espiritual y la mental están conectadas: los encuestados con mala salud mental que no pertenecen a la Generación Z tenían más de cuatro veces más probabilidades de manifestar una falta de sentido en sus vidas, en comparación con los que tenían buena salud mental.
Si bien los resultados de la encuesta en todos los países confirmaron que las personas con menor salud espiritual tenían puntuaciones de salud mental más bajas, la percepción de esa conexión varía según el país. El 88 por ciento de los encuestados en Indonesia, por ejemplo, dijeron que una salud espiritual positiva ayudaba a su salud mental, mientras que solo el 15 por ciento de los encuestados en Japón estuvo de acuerdo con ese sentimiento.10 Eso significa que puede ser más difícil en ciertos países argumentar que la inversión en una mejor salud espiritual puede mejorar la salud mental.
Al abarcar 26 países, la Encuesta Global de la Generación Z ofrece una perspectiva de las distintas diferencias regionales en la forma en que las personas perciben la salud espiritual (Gráfica 3). Por ejemplo, los encuestados de las economías de ingresos más altos eran mucho menos propensos que los de las economías de ingresos bajos o medios-bajos a indicar que la salud espiritual era “extremadamente importante” para ellos (27 frente al 43 por ciento).
Si bien la salud espiritual no se limita a la religión, estas complejas diferencias en todo el mundo a veces se correlacionan con la observancia religiosa. Menos de la mitad de los encuestados en Francia, Irlanda, Países Bajos y Suecia, por ejemplo, dijeron que la salud espiritual era extremadamente o muy importante para ellos, en comparación con el 85 por ciento de los encuestados en Nigeria. Pero es importante recordar que muchos evalúan su salud espiritual al margen de la religión tradicional: en 21 de los 26 países encuestados, la mayoría de los encuestados de cada país afirmaron que la salud espiritual es importante para ellos, mientras que muchos menos declararon practicar hábitos religiosos regularmente, como ir a un servicio religioso.
Una investigación reciente de Pew respalda esta idea de que existe un término medio entre la ausencia de creencias espirituales y la práctica religiosa o espiritual plena, al encontrar que casi un tercio de los encuestados estadounidenses se declaran ateos (17 por ciento), agnósticos (20 por ciento) o indican “nada en particular” (63 por ciento). Casi la mitad de los “no religiosos” dijeron que sus razones se relacionan con que no les gustan las organizaciones religiosas, y un tercio dieron una razón relacionada con experiencias negativas con quienes se describían a sí mismos como religiosos. Sin embargo, en este grupo, casi la mitad dijo que la espiritualidad es importante o que se consideraban espirituales.11
Al estudiar las diferencias en la importancia de la salud espiritual en los distintos países o regiones y comprender los diferentes sentimientos sobre la religión, las organizaciones y las personas podrían tener una comprensión más profunda de cómo promover la salud integral.
Esto puede invitar a la conversación en entornos sociales, públicos y privados sobre los factores que influyen en la salud espiritual. Por ejemplo, preguntar a alguien: “¿De qué manera encuentras sentido a tu vida?” o “¿Cómo estás ayudando a otros a encontrarlo?”, puede dar lugar a debates fructíferos.
Aunque encontrar caminos para lograr la salud espiritual individual es importante para todas las generaciones, nuestros datos sugieren que es especialmente importante para la Generación Z (Gráfica 4). Cuando se le encuestó, la Generación Z fue la menos proclive a respaldar afirmaciones positivas sobre la salud espiritual: más de un tercio de los encuestados reportaron una falta de sentido en sus vidas. Los miembros de la Generación Z también fueron los menos propensos a afirmar que encontraban un sentido de propósito en su trabajo y que tenían creencias personales que les daban la fuerza para afrontar las dificultades. Una posible explicación es que las personas en esta fase de la vida aún pueden estar desarrollando activamente su sentido de propósito, lo que da credibilidad al apoyo a las generaciones más jóvenes en este importante elemento de su salud.
Trabajos anteriores del MHI han puesto de relieve los desafíos que afrontan las generaciones más jóvenes para mantener su salud y cómo los empleadores pueden desempeñar un papel para mejorarla. Por ejemplo, las intervenciones en el lugar de trabajo que promueven comportamientos positivos y limitan los negativos pueden ayudar a crear climas organizacionales que promuevan la salud integral. En la búsqueda de sentido, algunas personas pueden encontrar un sentido de propósito en su trabajo. Otras, sin embargo, pueden tener la firme convicción que el trabajo es una parte intelectual o necesaria de la vida, pero que su propósito principal proviene del voluntariado en sus comunidades, la crianza de una familia, la creación artística, el activismo u otras acciones.
La salud espiritual puede ser profundamente personal, pero los hallazgos del MHI sugieren que el lugar de trabajo puede ser uno de los muchos sitios donde las personas experimentan un sentido de propósito y una salud espiritual positiva en general (Gráfica 5). Una persona puede encontrar su trabajo insatisfactorio, pero también puede ocurrir lo contrario: las personas pueden encontrar una profunda satisfacción en el trabajo remunerado o no remunerado. Alrededor de dos tercios de los encuestados de la Generación Z, por ejemplo, dijeron que las consideraciones de salud espiritual, como una declaración de misión y oportunidades de trabajo pro bono, eran “muy importantes” o “importantes” a la hora de elegir un empleador. El 70 por ciento de los millennials y el 66 por ciento de la Generación X reportaron lo mismo.
Sin embargo, tener un sentido de propósito en el trabajo no puede anular los elementos negativos, como el comportamiento tóxico y el burnout.12 Además, es posible que las personas prefieran no buscar un propósito en el lugar de trabajo; en cambio, pueden recurrir a vías como el voluntariado, ayudar a familiares, participar en una comunidad religiosa o espiritual, o todo lo anterior. Aun así, reconocer el papel que puede desempeñar el lugar de trabajo en la promoción de la salud espiritual es un elemento de la salud holística total de los empleados, y crear oportunidades para tener un propósito en el lugar de trabajo puede ser esencial para el futuro del trabajo.
La salud espiritual puede considerarse parte del bienestar general de un individuo. Buscar un propósito y un sentido, conectar con lo que importa y actuar con intención puede ser un viaje que dure toda la vida, muy similar a la necesidad de evaluar periódicamente la propia salud física, mental y social. “Algunos estamos más predispuestos que otros a sentirnos conectados espiritualmente... Pero todos podemos cultivar esta capacidad natural y desarrollar nuestro músculo espiritual”, señala Lisa Miller, investigadora sobre salud espiritual y autora de The Awakened Brain: The New Science of Spirituality and our Quest for an Inspired Life (El cerebro despierto: la nueva ciencia de la espiritualidad y la búsqueda de una vida inspirada, Random House, agosto de 2021).
Al igual que ocurre con la salud mental, si bien la salud espiritual es algo personal para cada individuo, las comunidades fuertes pueden ser esenciales para aumentar el bienestar espiritual de las personas en todo el mundo, junto con otras dimensiones de la salud. Las partes interesadas sociales, públicas y privadas pueden explorar formas de ayudar a las personas a encontrar un propósito y un espacio para la autorreflexión con el fin de impulsar la salud integral. Estas formas pueden incluir garantizar que los residentes de la ciudad tengan acceso a espacios naturales o verdes que provoquen la reflexión, o a explorar cómo los esfuerzos a nivel comunitario pueden mejorar el bienestar general de las personas. Otra consideración para los empleadores es cómo transmitir mejor a los empleados su aprecio por el trabajo basado en una misión o cómo los lugares de trabajo pueden fomentar una visión holística de la salud. Otras posibles acciones pueden consistir simplemente en reducir los estigmas sobre el debate de la salud espiritual.
Para quienes deseen cultivar la salud espiritual, el camino puede empezar por reconocer su papel en el bienestar general. Y entablar una conversación sobre la salud espiritual podría ser un primer paso importante para mejorar nuestra salud y la de los demás.