Cuando se produjo la pandemia de la COVID-19, Farida Mercedes, ejecutiva de recursos humanos de una empresa mundial de cosméticos, estaba a punto de ser ascendida. Llevaba 17 años trabajando en la empresa. Sus hijos de seis y siete años necesitaban que uno de sus padres estuviera tiempo completo con ellos y les ayudara a superar los nuevos retos del aprendizaje en línea. Mercedes y su marido, un funcionario penitenciario, nunca hablaron de quién dejaría su trabajo para ayudar a los niños durante su jornada escolar. “Yo asumí esa carga y él me apoyó mucho”, dijo ella. “Pero simplemente no hubo discusión”.
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Mercedes es una de las 2.3 millones de mujeres que abandonaron la fuerza de trabajo en Estados Unidos durante 2020. En los primeros 12 meses de la pandemia, las mujeres representaron el 53 por ciento de las salidas de la fuerza laboral estadounidense. Y el informe sobre el empleo de abril de 2021 de la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU reveló una tendencia preocupante: de los 328,000 puestos de trabajo estadounidenses ganados ese mes, el 102% de las ganancias netas de empleo fueron para hombres.1
La crisis de la COVID-19 ha magnificado especialmente los desafíos desproporcionados que enfrentan las mujeres negras y latinas en Estados Unidos. Casi una de cada 11 mujeres latinas del país (8.8 por ciento) estaba desempleada en enero de 2021; el grupo tenía la tasa de desempleo más alta.2 Más de una de cada 12 mujeres negras (8.5 por ciento) en Estados Unidos estaba desempleada.
La flexibilidad ofrecida por los empleadores, como la reducción de horas o el cambio de horario de trabajo, no necesariamente excluye a las mujeres de combinar una doble jornada de tiempo completo cuidando a sus hijos mientras tienen un empleo. Esto es particularmente cierto en el caso de las madres que son el principal o único sostén de sus familias, un grupo que representa hasta el 68 por ciento de las familias negras y el 41 por ciento de las familias latinas3. De hecho, antes de la pandemia, una investigación de McKinsey descubrió que las mujeres hispanas y latinas pasaban 2.7 veces más tiempo que sus homólogos masculinos cuidando a los miembros del hogar, incluidos los niños. Las mujeres hispanas y latinas también tienen el doble de probabilidades que sus homólogos masculinos de realizar las tareas del hogar.
Las mujeres que reducen sus horas de trabajo remunerado para dar cabida a la responsabilidad familiar se arriesgan a perder salarios, prestaciones y oportunidades de ascenso, por no hablar de horas de sueño. Tomar una licencia temporal también puede suponer un retroceso para las mujeres. Hay estudios que demuestran que las mujeres que se toman un año de vacaciones después de dar a luz ganan menos que las que no lo hacen4.
¿A qué opciones se enfrentan las madres trabajadoras durante la pandemia? ¿Y cómo afectan las normas culturales, las políticas del lugar de trabajo y los factores socioeconómicos a esas opciones? Para entender mejor estas importantes cuestiones, McKinsey habló con Mercedes y con la Dra. Victoria DeFrancesco Soto, politóloga de la Universidad de Texas en Austin, madre de dos hijos y coautora del informe America’s recovery from the 2020 ‘shecession’: Building a female future of childcare and work (La recuperación de Estados Unidos tras la “shecession” de 2020: construyendo un futuro femenino de cuidado de niños y trabajo). Este es un extracto editado de la conversación.
McKinsey: Doctora DeFrancesco Soto, usted llama a la actual recesión económica una “shecession”. ¿Puede explicar el término?
Victoria DeFrancesco Soto: Tradicionalmente, las recesiones afectan más a los hombres, pero esta ha sido la primera “shecession”, en la que hemos visto esta proporción de impacto en las mujeres. Los hombres están ganando empleos, según las últimas cifras de empleo —no mucho, pero están ganando—, mientras que nosotras estamos perdiendo.
McKinsey: Farida, ¿cuándo te diste cuenta de que no podías seguir trabajando de tiempo completo mientras apoyabas a tus hijos en la escuela virtual?
Farida Mercedes: A principios del verano empecé a tener dificultades. Estaban sucediendo muchas cosas, como el movimiento Black Lives Matter [Las vidas de los negros importan] y la pandemia. Y fue bastante estresante. A medida que nos acercamos a septiembre, cuando los niños regresarían a la escuela, finalmente dije: “Tenemos que hacer algo más”, porque sabía que no iban a volver al colegio de tiempo completo.
Recuerdo el momento como si fuera ayer. Bajé las escaleras y mi madre estaba allí. Hizo una broma sobre algo y yo empecé a reírme. Mi hijo me miró y me dijo: “Vaya, mamá, hacía mucho tiempo que no te veía reír. Pareces feliz”. Mi madre y yo nos miramos y dije: “Tengo que hacer algo. No estoy presente para ellos. No están viendo a una mamá feliz”.
Pasaron tres semanas desde ese momento hasta que pude decir las palabras a mi empleador: que renunciaba. Lo pensé y lo reflexioné. ¿Estoy tomando la decisión correcta? ¿Podremos salir adelante financieramente?
Mi trabajo era una parte de mi identidad. Todo lo que sabía y por lo que había trabajado... Sentí que me lo iban a quitar por completo o que iba a dejar de hacerlo. ¿Y quién iba a ser yo?
Mi trabajo era una parte de mi identidad. Todo lo que sabía y por lo que había trabajado, los niveles a los que había llegado, todo lo que había logrado, sentía que me lo iban a quitar por completo o que iba a dejar de hacerlo. ¿Y quién iba a ser yo? Ahora, cuatro meses después, todavía me lo cuestiono a veces. Sé que tomé la decisión correcta, pero me lo cuestiono.
Me siento perdida. Extraño ser una persona influyente en el trabajo y tener esas conversaciones tan sólidas. Ahora hablo con mi hijo que está en segundo grado sobre: “¿Hiciste esa tarea de lectura?”, o con mi hijo del jardín de niños: “¿Te aseguraste de colorear tu océano para tu historia?”.
McKinsey: ¿Las normas culturales presionan más a las mujeres que a los hombres para que abandonen el trabajo?
Farida Mercedes: Creo que las mujeres nunca han gozado realmente del apoyo que han tenido los hombres en el trabajo. Crecí en una cultura latinoamericana muy tradicional, pero me considero muy progresista. Me enseñaron desde muy joven que nunca hay que depender de un hombre. Consigue tu propio trabajo; haz una carrera. Eso era muy importante para mí. Y por eso dejar mi carrera de 17 años fue muy, muy difícil.
Ahora, al estar con mis hijos todos los días cuando toman clases en Zoom, me doy cuenta de que no había manera de que pudiera hacer el trabajo que hacía y apoyarlos al mismo tiempo. Y mi marido nunca tuvo ese papel. Siempre me he encargado de las cosas de la escuela, de los médicos, y cosas así [ver gráfica]. Así que no hubo discusión. Fue así: “Tú vas a tomar esa decisión; si es algo que tenemos que hacer para poder apoyar a los niños, lo harás tú”.
Victoria DeFrancesco Soto: Anecdóticamente, como madre con hijos, puedo hablar de ello en términos de premisa cultural. Y debo añadir que soy latina. En la cultura latinoamericana hay normas de género más estrictas. Si combinamos el hecho de que las latinas son las más afectadas por la “shecession”, con el hecho de que tenemos estas normas de género, es realmente una receta desastrosa para las mujeres y particularmente para las mujeres de color. Así que creo que es importante que en todas estas conversaciones se introduzca el enfoque de cultura, raza y diversidad.
McKinsey: ¿Cree usted que seguirá aumentando la tasa de abandono del trabajo entre las mujeres?
Victoria DeFrancesco Soto: Creo que sí. Escribí un informe [America’s recovery from the 2020 ‘shecession’: Building a female future of childcare and work (La recuperación de Estados Unidos tras la “shecession” de 2020: construyendo un futuro femenino de cuidado de niños y trabajo)] para la YWCA [Young Women’s Christian Association (Asociación Cristiana de Jóvenes Mujeres)] durante el verano. Acepté hacerlo en junio, y sin guardería, ¿verdad? Así que me levantaba a las 4:00 de la mañana para tener una hora y media o dos de trabajo sin interrupciones. Siempre he sido una persona madrugadora y pude esforzarme. Pero llegué a un punto en el que creía que tenía COVID-19, aunque no era así, porque me sentía muy agotada y miserable.
Hasta que las cosas vuelvan a la normalidad, las mujeres se quebrarán porque es un ritmo insostenible.
Ese fue el efecto que tuvo un proyecto. Pero si tienes que un hacer un proyecto de alta presión tras otro, no puedes mantener ese ritmo. Te vas a quebrar, ya sea física o emocionalmente, o ambos. Vamos a seguir en el entorno virtual durante un tiempo más. Hasta que las cosas vuelvan a la normalidad, las mujeres se quebrarán porque es un ritmo insostenible.
McKinsey: ¿Qué implicaciones tiene el hecho de que las mujeres abandonen el mercado laboral a un ritmo mayor que los hombres?
Victoria DeFrancesco Soto: Para las mujeres, las implicaciones dependen de su estatus socioeconómico y de sus habilidades. Porque sabemos que la promoción laboral se basa en nuestra trayectoria. Y siempre que haya lagunas, es cuando puede empezar la espiral. Viendo las cifras de empleo de diciembre —combinadas con algunos de los comentarios que estamos recibiendo sobre que no se ve el final de la pérdida de empleos para las mujeres—, estamos en una espiral. Esa es la palabra que me viene a la mente. Porque las mujeres que puedan volver no van a poder avanzar en la medida en que lo hubieran hecho antes.
En el caso de las mujeres que trabajaban en el sector de los servicios y tienen un nivel socioeconómico más bajo, me preocupa que no puedan volver a conseguir un empleo. Porque cuando miramos la intersección de la pandemia con la automatización, vemos que muchos de estos trabajos ya estaban desapareciendo. A menos que tengamos un programa sólido de reentrenamiento y reequipamiento, me preocupa mucho que una parte de las mujeres de bajo nivel socioeconómico no puedan volver a encontrar un empleo estable.
Esto tendrá implicaciones a largo plazo. No se trata solo de ahora o del próximo trimestre o serie de trimestres. Se trata de una década o dos.
McKinsey: ¿Cuál cree que será el costo futuro, tanto para la economía como para las familias, de que tantas mujeres abandonen el mercado laboral?
Victoria DeFrancesco Soto: Será costoso y caro en muchos frentes. En primer lugar, están los salarios: la pérdida de ingresos. Creo que eso es lo más importante. Pero también es muy importante pensar en las pérdidas y beneficios a largo plazo. Eso significa que la forma en que planeamos nuestra jubilación —ya sea que hayamos estado pagando el Seguro Social o fondos de ahorro y de pensiones— va a cambiar. Simplemente no vamos a contar con eso. Creo que es importante que la gente se dé cuenta de que las mujeres están padeciendo esto ahora, pero que en última instancia también nos va a perjudicar a nivel macro.
Porque las mujeres más afectadas son las que peor estaban antes de la pandemia.
Vuelvo a mi punto inicial sobre el enfoque de raza y etnia. Porque las mujeres más afectadas fueron las que peor estaban antes de que llegara la pandemia. Ya se encontraban en una posición muy endeble, tanto en términos de ingresos como de acceso a los recursos. Y esto las ha regresado potencialmente a un lugar en el que es probable que nunca se recuperen.
McKinsey: ¿Qué intervenciones pueden ayudar a apoyar a las familias para que las mujeres puedan volver a la fuerza de trabajo al mismo ritmo que los hombres?
Victoria DeFrancesco Soto: Para empezar, nuestro sistema de atención infantil ya estaba roto en términos de cuánto pagamos por guarderías y la disponibilidad de la atención a la niñez antes de la COVID-19. Se está desmoronando. Así que creo que es necesaria una revisión drástica, algo que se aproxime a una atención universal a la niñez, además del permiso por maternidad. Todo eso va unido.
También creo que necesitamos capacitación laboral para las mujeres de bajo nivel socioeconómico. Reequiparlas y reentrenarlas es una inversión que hay que hacer.
McKinsey: ¿Esta falta de sistemas de apoyo social para las mujeres es algo exclusivo de Estados Unidos?
Victoria DeFrancesco Soto: Sí. Y es vergonzoso. Si miramos a nuestros homólogos de la OCDE, siempre estamos al final en cuanto a nuestras disposiciones sobre el cuidado de la niñez y nuestras políticas de permisos por maternidad. [Estados Unidos ocupa el puesto 37 de 39 países de la OCDE en cuanto a gasto en educación y atención a la primera infancia.5 El cuidado de los niños cuesta hasta el 25 por ciento de los ingresos de una familia biparental y hasta el 50 por ciento de los ingresos de una familia monoparental].
Farida Mercedes: Has dado en el clavo. Va a ser más difícil que nunca volver a trabajar, incluso para mí. Si estoy fuera un año, ¿qué significa eso cuando quiera regresar? ¿Empezaré desde cero otra vez? ¿Se me seguirá considerando en la función y el puesto que ocupaba antes? ¿Volveré a entrar como vicepresidenta adjunta? ¿Qué significará eso cuando tomemos la decisión de volver? ¿Y cómo se apoyará —como país y como fuerza de trabajo— a las mujeres como yo para que vuelvan a entrar?
Los comentarios y opiniones expresados por los entrevistados son suyos y no representan ni reflejan las opiniones, políticas o posiciones de McKinsey & Company ni cuentan con su respaldo.