En los últimos dos años, la guerra en Ucrania y la posterior crisis energética han cambiado la conversación sobre energía. La seguridad energética, la asequibilidad y la competitividad industrial son ahora puntos de enfoque críticos junto con la sostenibilidad.
Las perspectivas de la transición energética dependen de múltiples variables e interdependencias. Las incertidumbres en la evolución de los costos, la velocidad del progreso tecnológico y las novedades en las políticas se traducen en una amplia gama de escenarios posibles, particularmente en lo que respecta a las perspectivas de los combustibles fósiles.
Lo que está claro, sin embargo, es que la vía para mantener el calentamiento por debajo de 1.5°C parece cada vez más difícil. No obstante, el mundo avanza hacia un futuro de cero emisiones netas, con un crecimiento récord en áreas como las ventas de vehículos eléctricos (electric vehicles, o EV) y la energía renovable. Para 2040, esperamos que la energía solar y eólica juntas contribuyan con la mayor proporción de la combinación energética mundial.
Se necesitarán inversiones sustanciales para apoyar el desarrollo de energía renovable y proporcionar suficientes combustibles fósiles para complementar estas fuentes. Esperamos que las inversiones totales en energía aumenten de $1.5 billones de dólares en 2021 a entre $2 y $3.2 billones (trillones en inglés) en 2040. Si bien esto representa un gran incremento, es probable que los niveles de inversión se mantengan estables como proporción del PIB.
La pregunta ahora es si las cadenas de suministro podrán seguir el ritmo de la transición energética. La escasez de materiales y los cuellos de botella en la producción —e incluso la disponibilidad de tierras— amenazan con frenar el impulso. Estos riesgos se manifiestan en distintos grados en cada escenario que modelamos en la última edición de nuestra Perspectiva energética global.
Mientras el mundo avanza por una delgada línea entre la seguridad energética de hoy y la garantía de un planeta habitable para el mañana, nuestra Perspectiva energética global 2023 examina el cambiante panorama energético y proporciona información sobre las tendencias a largo plazo que darán forma a los futuros sistemas energéticos del mundo.
Diversos escenarios apuntan a un camino poco claro a seguir
La transición energética ha cobrado impulso, pero el camino por delante está lleno de incertidumbre en todos los ámbitos, desde las tendencias tecnológicas hasta el riesgo geopolítico y el comportamiento del consumidor, lo que dificulta la formulación de estrategias de inversión resilientes que funcionen en múltiples escenarios. Por lo tanto, es cada vez más difícil para los tomadores de decisiones abordar múltiples objetivos a la vez, como alcanzar metas de descarbonización a largo plazo, así como expectativas de retorno económico a corto plazo.
La Perspectiva Energética Mundial 2023 explora las perspectivas de la demanda y la oferta de productos energéticos en una trayectoria de 1.5° (modelada en el marco de la iniciativa Climate Math de McKinsey) y cuatro escenarios de transición energética ascendente (bottom-up). Estos escenarios esbozan una serie de resultados basados en distintos supuestos subyacentes: por ejemplo, sobre el ritmo del proceso tecnológico y el nivel de aplicación de las políticas. A pesar de las importantes reducciones de las emisiones de carbono, todos los escenarios de transición energética se mantienen por encima de la senda de 1.5° y provocan un calentamiento de entre 1.6° y 2.9°C.
Estas estimaciones incluyen emisiones distintas de CO2, basándose en suposiciones sobre emisiones no energéticas de sectores como la agricultura, la silvicultura y los residuos.
Para mantenerse dentro del presupuesto de carbono necesario para la vía de 1.5°C, se requeriría una reducción mucho más pronunciada de las emisiones, especialmente en los próximos diez años.
Se prevé que la demanda de combustibles fósiles alcanzará su punto máximo pronto, pero las perspectivas siguen siendo inciertas
Se prevé que la demanda total de combustibles fósiles alcance su punto máximo en 2030 en todos los escenarios. Aunque se espera una fuerte caída de la demanda de carbón, se espera que el gas natural y el petróleo sigan creciendo en los próximos años y luego sigan siendo una parte fundamental de la combinación energética mundial durante las próximas décadas.
Se prevé que la demanda total de gas natural hasta 2040 aumentará en la mayoría de los escenarios, impulsada en gran parte por el papel equilibrador que se espera que desempeñe el gas para la generación de energía basada en energías renovables hasta que las baterías se implementen a gran escala. En la década hasta 2050, las perspectivas de la demanda de gas difieren ampliamente según el escenario, desde un aumento constante en escenarios conservadores hasta una fuerte caída en escenarios en los que las energías renovables y la electrificación avanzan más rápido.
En el caso del petróleo, se prevé que la demanda total seguirá creciendo durante gran parte de esta década y luego caerá después de 2030, pero el alcance de la disminución difiere significativamente según los escenarios. En el escenario de “Compromisos alcanzados” (Achieved Commitments), la demanda de petróleo se reducirá casi a la mitad para 2050, impulsada principalmente por la desaceleración del crecimiento de los parques de automóviles, la mayor eficiencia de los motores en el transporte por carretera y la continua electrificación del transporte. En el escenario de “Impulso que se desvanece” (Fading Momentum), la demanda de petróleo disminuiría sólo 3 por ciento durante el mismo período. Esto refleja una electrificación mucho más lenta del parque automovilístico mundial y una menor penetración de combustibles alternativos en los sectores de aviación, marítimo y químico, ya que los cuellos de botella en materiales e infraestructura limitan su crecimiento.
Las energías renovables constituirán la mayor parte del mix energético en 2050
Se espera que las energías renovables continúen su rápido crecimiento, impulsadas en parte por su competitividad de costos: en muchas regiones ya son la opción de menor costo para la generación incremental de energía de nueva construcción. Se espera que las fuentes de energía renovables proporcionen entre 45 y 50 por ciento de la generación mundial para 2030, y entre 65 y 85 por ciento para 2050. En todos los escenarios, la energía solar es el mayor contribuyente de energía renovable, seguida por la eólica.
El aumento de las energías renovables podría hacer que las emisiones procedentes de la generación de energía se reduzcan entre 17 y 71 por ciento para 2050, en comparación con los niveles actuales, a pesar de duplicar o incluso triplicar la demanda. Sin embargo, el desarrollo de las energías renovables enfrenta desafíos, desde problemas en la cadena de suministro hasta la lentitud en la obtención de permisos y las implicaciones en el desarrollo de la red.
La adopción de tecnologías nucleares y de captura, utilización y almacenamiento de carbono (carbon capture, utilization and storage, o CCUS) podría reducir la carga sobre el desarrollo de energías renovables, pero depende del panorama político y de la evolución futura de los costos.
Se espera que el carbón (sin CCUS) se elimine gradualmente. Es probable que aumente la generación de energía a partir de plantas de gas preparadas para hidrógeno, que respaldan la estabilidad de la red.
Se necesitarán grandes inversiones, pero se mantendrán estables como porcentaje del PIB
Se prevé que las inversiones anuales totales en el sector energético crezcan entre 2 y 4 por ciento anual (aproximadamente en línea con el crecimiento del PIB mundial) hasta alcanzar entre $2 billones y $3.2 billones de dólares en 2040.
A pesar del creciente impulso regulatorio a favor de la descarbonización y de la disminución de la demanda de combustibles fósiles, entre 25 y 40 por ciento de las inversiones energéticas en 2040 seguirán desplegándose en combustibles fósiles y generación de electricidad convencional para satisfacer la demanda, compensar el declive de los yacimientos de producción existentes y equilibrar el sistema energético.
Habrá un cambio gradual pero continuo en el enfoque de la inversión de los combustibles fósiles a las tecnologías verdes y la transmisión y distribución de electricidad. Si bien representaron sólo 20 por ciento de las inversiones totales en 2015, se prevé que las energías renovables y las tecnologías de descarbonización representen entre 40 y 50 por ciento de las inversiones totales para 2040.
Las tecnologías de descarbonización muestran el mayor crecimiento, entre 6 y 11 por ciento anual, impulsado principalmente por la fuerte adopción de la infraestructura de carga de vehículos eléctricos y CCUS, que en conjunto se prevé que representen la mayor parte de las inversiones en descarbonización para 2040.
En los escenarios más progresistas, las mayores inversiones se compensan en su mayoría con menores gastos operativos totales, como el costo del combustible, debido al cambio hacia tecnologías más intensivas en gastos de capital, como las energías renovables.
A pesar del aumento absoluto, las inversiones como porcentaje del PIB se mantienen estables entre 1.2 y 2.2 por ciento en todos los años y escenarios.
Lograr una transición energética exitosa requeriría una importante corrección de rumbo para superar los cuellos de botella y alcanzar los objetivos alineados con el Acuerdo de París.
Para cumplir los importantes compromisos climáticos en todo el mundo, se necesitan pivotes sustanciales en todas las industrias y geografías. Incluso los escenarios de transición más modestos requieren que se superen múltiples obstáculos.
Los posibles obstáculos incluyen la disponibilidad de tierras, la infraestructura energética, la capacidad de manufactura, la asequibilidad del consumidor, la voluntad de invertir y la disponibilidad de materiales.
La adopción de hidrógeno verde enfrenta un alto riesgo principalmente debido a las necesidades de infraestructura y las elevadas inversiones necesarias para lograr un despliegue a gran escala..
Se requieren materiales raros para la mayoría de las tecnologías de transición energética, y los vehículos eléctricos y la generación eólica se ven muy afectados por los cuellos de botella de esos materiales.
Los costos siguen siendo una barrera, pero se espera que los vehículos eléctricos y las bombas de calor se vuelvan económicamente viables. A pesar de las grandes inversiones iniciales necesarias, las energías renovables se vuelven competitivas en costos en los escenarios de “Mayor aceleración” (Further Acceleration) y Compromisos alcanzados” (Achieved Commitments).
Si bien estos cuellos de botella podrían limitar el crecimiento de algunas de las tecnologías conocidas hoy en día, es probable que la escasez también provoque aumentos de precios que creen oportunidades adicionales de inversión e innovación.
La transición energética está en marcha, pero es difícil predecir cómo se desarrollará en las próximas décadas. Los tomadores de decisiones en el gobierno y las empresas enfrentan un momento difícil para planear una combinación energética futura que aún no está clara.
Los líderes podrían verse tentados a “esperar y ver”, pero este enfoque sería un gran riesgo. Incluso si se desconoce la trayectoria exacta de la transición energética, los cambios que se avecinan serán inmensos y más rápidos de lo que muchos esperan. Una mirada a los últimos dos años subraya esto: a pesar de incertidumbres masivas y sin precedentes, el crecimiento de varias tecnologías bajas en carbono ha continuado e incluso acelerado.
Las organizaciones pueden trabajar ahora para dar forma a estrategias de transición que tengan en cuenta la incertidumbre y sean sólidas en una variedad de escenarios futuros. Esas estrategias, agregadas entre países y sectores, determinarán cómo tomará forma el panorama energético mundial en los próximos años. También serán cruciales para impulsar el progreso en materia de sostenibilidad y, al mismo tiempo, salvaguardar la seguridad energética, la asequibilidad y la competitividad industrial.
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