A pesar de los grandes avances para prolongar y mejorar la vida humana a lo largo del último siglo (p. ej., aumento de la expectativa de vida promedio de 54 años en 1960 a 73 años según las más recientes estimaciones, reducción de la mortalidad infantil y la velocidad y escala sin precedentes del desarrollo de vacunas contra el COVID-19), la proporción de la vida transcurrida con una salud deteriorada no ha disminuido significativamente. En promedio, las personas pasan cerca de la mitad de sus vidas con una salud sub-óptima y un 12 por ciento con mala salud, una tasa que no ha variado demasiado en los últimos 50 años (Gráfico 11).
Es momento de plantearse una nueva meta, más ambiciosa y relevante para la salud que impulse acciones en todos los continentes, sectores y comunidades para sumar años a la vida de todas las personas y calidad de vida a esos años. Este objetivo pretende crear más tiempo con seres queridos, promover un sentido de realización y disfrutar de más años libres de trastornos físicos y cognitivos.
Como punto de partida para este debate, McKinsey Health Institute (MHI) cree que durante la próxima década la humanidad está en condiciones de sumar hasta 45 mil millones de años extras de vida de mayor calidad, equivalentes a seis años por persona en promedio, e incluso bastante más en algunos países y poblaciones2. Se trata de un objetivo ambicioso, pero investigaciones previas3 han demostrado que es posible reducir el 45 por ciento de la carga global de enfermedades mediante la aplicación de intervenciones ya probadas. En vista de las desigualdades entre los países y también dentro de cada uno de ellos, el potencial para ciertas poblaciones puede ser notoriamente mayor que el promedio mundial. Según un análisis de McKinsey en 50.000 regiones, existe una brecha de 45 años entre los extremos inferior y superior en términos de expectativa de vida. Globalmente, la salud mental y emocional de las mujeres está en su nivel más bajo de los últimos 15 años y muy por debajo del promedio general para toda la población4. Estos cambios tienen fuertes interdependencias y se refuerzan entre sí, y adoptarlos requerirá movilizar a los sectores público, privado y social.
Una nueva visión implica acoger una concepción moderna de la salud, incluyendo salud física, mental, social y espiritual5, así como la riqueza de factores que influyen en esos elementos en el concepto ampliado de salud. MHI promueve una definición más amplia del concepto de “salud” con las siguientes características: holística, con un encuadre positivo, vinculada a las funciones, afectada por una variedad de factores y, objetiva (Gráfico 2). La definición de estas dimensiones ha sido validada a través de una encuesta realizada por McKinsey Health Institute en 20 países. Un entendimiento más completo de la salud humana también implica reconocer la extensa lista de factores que impactan en ella. Los factores influyentes pueden clasificarse en cuatro grupos: atributos personales, atributos ambientales, comportamientos personales e intervenciones.
La salud física es la capacidad de que un individuo pueda llevar a cabo tareas y actividades de carácter físico en forma competente y sin experimentar malestares significativos. La salud mental es la condición de ser de un individuo en sus aspectos cognitivo, conductual y emocional. La salud social constituye la capacidad de una persona para desarrollar relaciones saludables, enriquecedoras, genuinas y solidarias. La salud espiritual hace referencia a un sentido de propósito, pertenencia o identidad, y permite a las personas incorporar significado a sus vidas.
La estimación realizada incluye elevar la calidad de vida promedio, cuadrar la curva (para aumentar la proporción de la vida en que gozamos de buena salud) y extender la expectativa de vida por encima de la tendencia actual (Gráfico 3).
La investigación sugiere que para sumar hasta 45 mil millones de años de vida de mayor calidad serán necesarios al menos seis cambios significativos en las mentalidades y las acciones de la sociedad. Estos seis cambios son:
- Invertir más y en mayor proporción en prevención y en la promoción de una salud óptima. El gasto en salud constituye una inversión, y no un costo. Gobiernos e instituciones privadas deben invertir más en áreas como educación, nutrición, investigación básica, productos de consumo, servicios financieros y tecnología que tengan el potencial de mejorar la salud. Actualmente, los países de la OCDE destinan apenas el 2,8 por ciento de sus presupuestos sanitarios a programas de prevención. Los líderes de todo el planeta deben considerar invertir desproporcionadamente en prevención y en la promoción de una salud óptima.
- Mejorar las mediciones, con mejores datos, sobre una interpretación más moderna de la salud. Una asignación de recursos efectiva requiere mediciones precisas, pero existen grandes brechas en los datos comparativos. Es necesario mejorar los estándares y sistemas globales para poder medir la salud, reunir un volumen mucho mayor de información en todas las dimensiones y aumentar significativamente la transparencia.
- Escalar lo que funciona bien. La aplicación consistente y equitativa de intervenciones y estrategias comprobadas en todos los países, sistemas y poblaciones representan un alto potencial. Si se escalaran las intervenciones conocidas, la carga global de enfermedades podría reducirse en un 40 por ciento. Por ejemplo, el impacto de enfermedades como diarrea e infecciones intestinales podría disminuir en 86 por ciento de aquí a 2040. Esto implica superar ideas preconcebidas y sesgos, y establecer estrategias, políticas e incentivos.
- Innovar más y más rápido. Será necesaria más innovación en todas sus formas: modelos de negocios, políticas estatales, medicamentos, dispositivos médicos, estándares clínicos, aplicaciones móviles, productos médicos, mejoras de procesos y nuevos usos de tecnologías existentes. Todos los actores sociales pueden ser más rigurosos en el uso de la tecnología, los datos y la analítica para mejorar la salud. Esta escala de innovación requiere más inversión, nuevas regulaciones, colaboración extendida, mejores mecanismos para superar las deficiencias del mercado, y un desarrollo y escalamiento más rápidos y efectivos de los conceptos más prometedores.
- Liberar el potencial completo de todas las industrias.La salud es un tema muy relevante para los empleadores – particularmente en vista de sus aspiraciones ambientales, sociales y de gobierno (ESG) y de sus responsabilidades con sus empleados. Las compañías de salud representan del 10 al 15 por ciento de las organizaciones en el índice S&P 500, y estimamos que un 40 a 45 por ciento adicional corresponde a empresas que ofrecen productos o servicios directamente relacionados con la salud. Estas instituciones pueden beneficiarse persiguiendo oportunidades relacionadas con la salud en áreas tradicionales y emergentes. Los empleadores de todos los sectores pueden empoderar a su personal para mejorar su salud y al mismo tiempo honrar sus compromisos de ESG.
- Empoderar a los individuos para ser guardianes de su propia salud. Las personas deben sentirse empoderadas para ser los guardianes primarios de su propia salud. Los comportamientos individuales son el principal factor que incide en la salud de un individuo, y los consumidores aspiran a adquirir un mayor control sobre sus acciones. Ya se observa una explosión de soluciones digitales de salud; por ejemplo, cerca de 200 millones de consumidores chinos han usado la plataforma móvil Ping An Good Doctor para concretar citas, consultas y derivaciones6. Gobiernos, prestadores e innovadores están ante una oportunidad para usar datos y tecnología con el fin de ayudar a las personas a tener un mejor control de su salud.
McKinsey Health Institute es una institución global sin ánimo de lucro y de carácter permanente en la órbita de McKinsey que busca catalizar acciones en todos los continentes, sectores y comunidades para extender y mejorar las vidas de las personas. MHI está promoviendo una fuerte red de organizaciones comprometidas con esta aspiración a través de diversos tipos de colaboración – convocando y asesorando a los líderes, estimulando la investigación, creando y compartiendo activos de datos de acceso libre y alentando la innovación. Al poner a disposición del público recursos, innovaciones, datos y conclusiones, MHI espera que otros puedan replicar lo que demuestre ser efectivo y que los demás integrantes del ecosistema se comprometan a hacer lo mismo.
MHI aprecia las conexiones con organizaciones comprometidas e interesadas en construir juntos este ecosistema. La institución persigue activamente oportunidades de colaboración en los seis cambios identificados y en siete áreas de foco iniciales: salud cerebral, vida saludable, enfermedades infecciosas, equidad y salud, sostenibilidad y salud, envejecimiento y capacidad de los trabajadores de la salud.