El inesperado aire puro observado en muchos lugares como consecuencia de la pronunciada caída de la actividad industrial por el COVID-19 no parece ser suficiente para modificar una realidad: el mundo está lejos aún de alcanzar los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) requeridas por el Acuerdo de Paris de 2015. Y no es únicamente la atmósfera lo que la actividad humana está dañando. Con las tasas de crecimiento actuales, la generación de desechos a nivel global podría crecer el 70 por ciento de aquí a 2050, al tiempo que recursos críticos que van desde minerales hasta agua potable están siendo consumidos a niveles insostenibles.
La actividad industrial es responsable por la mayor parte de las emisiones de carbono. Alrededor del 28 por ciento de las emisiones totales provinieron de la industria en 2014, de modo que a menos que logre disminuirlas, el mundo seguirá en problemas para alcanzar las metas de reducción de GEI. Las compañías producen gases de efecto invernadero en forma directa en sus fábricas, e indirectamente a través del consumo de electricidad y de los combustibles fósiles empleados en el transporte de productos y materiales.
La mayoría de las organizaciones reconoce la necesidad de reducir el impacto negativo de sus actividades en el ambiente. También hay una creciente presión de empleados, inversores, comunidades y clientes por intensificar los esfuerzos de sostenibilidad ambiental.
La ventaja de operaciones
Para los líderes empresariales que ya están recorriendo un camino difícil en la recuperación post-COVID, la sostenibilidad y la rentabilidad aparecen a primera vista como objetivos contrapuestos. Las inversiones a escala en energías renovables, tecnologías de fabricación avanzadas o materiales alternativos pueden parecer difíciles de justificar en un contexto donde muchas organizaciones están reexaminando costos, portafolios de productos e inversiones de capital.
Pero la sostenibilidad no debe venir necesariamente acompañada de un alto precio. La optimización de las operaciones – para aumentar la productividad, mejorar la calidad o reducir costos – puede obtener como sub-producto un mejor desempeño ambiental. Los procesos de fabricación y las cadenas de abastecimiento eficientes no solo son más baratas de operar: también consumen menos energía, utilizan menos recursos y producen menos desechos.
En la actualidad, muchas de las mayores compañías de todo el mundo están aprendiendo a maximizar las sinergias entre excelencia operacional y beneficios ambientales, diseñando y llevando a cabo iniciativas de mejora para abordar simultáneamente objetivos de costo y de sostenibilidad. Algunos ejemplos ilustran ese potencial.
Manufactura: Optimizar el control de procesos y la formulación de productos
La producción de materiales base, como acero y cemento, es un contribuyente clave a la emisión de gases de efecto invernadero. Si bien una descarbonización completa requeriría inversiones en nuevas tecnologías de producción, las empresas de estas industrias están persiguiendo un conjunto de estrategias para reducir el impacto en el clima de sus procesos de producción.
Algunos jugadores han descubierto que es posible lograr mejoras significativas en el perfil ambiental de los productos con inversiones de capital relativamente bajas. En la producción primaria de acero, por ejemplo, optimizar el control de los altos hornos con mejores sensores y herramientas analíticas puede reducir el consumo de carbón entre un 10 y un 15 por ciento.
El concreto, un material barato, fuerte y versátil, ha sido desde hace tiempo el favorito de los constructores de todo el mundo. Uno de sus ingredientes clave, el cemento, es también una importante fuente de gases de efecto invernadero. Los 4.100 millones de toneladas métricas de cemento producidas en 2019 generaron cerca de 2.700 millones de toneladas de carbono, equivalentes al siete por ciento de las emisiones globales. La mayoría de estas emisiones tienen origen en la producción de clínker, el ingrediente principal del cemento Portland.
Gracias a un estricto control de las propiedades de los materiales y sus procesos de producción, algunas compañías constructoras y proveedores de concreto han podido reducir el consumo de clínker un 10 por ciento e incluso más, incorporando materiales como cenizas volantes, un desecho producido por plantas generadoras de electricidad basadas en carbón.
Con las condiciones adecuadas, el asfalto – una mezcla de brea con agregados utilizada para la construcción de caminos – puede ser removido de caminos en mal estado y reciclado. Merced a una gestión cuidadosa de las propiedades de materiales y procesos, algunas empresas han aumentado la proporción de materiales reciclados en sus productos hasta casi un 20 por ciento sin afectar los requerimientos de los clientes. El asfalto usado suele ser gratis – de hecho, algunas municipalidades pagan por su remoción –, por lo que el reciclado conduce a una gran reducción del costo de los materiales para los productores.
Bienes de consumo: Optimizar los empaques a lo largo de la cadena de suministro
La conciencia social sobre la fuga de desechos de envases, en especial plásticos, al medio ambiente ha crecido sensiblemente durante los últimos 12 a 24 meses. Pese a ello, los niveles de reciclado de empaques plásticos continúan siendo bajos. En Estados Unidos, las tasas de recuperación de envases plásticos de empaques y servicios de alimentación apenas llegan al 28 por ciento de los desechos totales.
En un importante jugador de comidas rápidas, la fabricación, distribución y venta de sándwiches por sí sola generaba más de 900 toneladas métricas de desperdicios no alimenticios al año. Pese a que una porción de ese desperdicio se genera en el punto de consumo, buena parte de él se producía en puntos anteriores del recorrido, por el uso de diferentes envases a lo largo de toda la cadena de valor.
Para solucionar el problema, la compañía rediseñó sus empaques y desarrolló una solución única y sostenible capaz de proteger el producto en todas las etapas de la cadena de abastecimiento. Este cambio redujo significativamente los costos de empaque y eliminó 160 toneladas de desperdicio al año.
Logística: Reducir los costos de envío y las emisiones de gases
El sector de transporte es la principal fuente mundial de gases de efecto invernadero. En Estados Unidos, esto constituye cerca del 30 por ciento de las emisiones de carbono totales, y el traslado de mercancías equivale al 40 por ciento de ese total. La optimización logística permite a las compañías reducir sus costos y las emisiones paralelamente. Esto implica usar menos camiones, barcos y aviones para mover productos, y planificar mejor las cadenas de abastecimiento para que los activos de transporte deban cubrir menos kilómetros.
Una compañía usó telemática para monitorear el movimiento de su gran flota de vehículos, y luego aplicó analítica avanzada a los datos obtenidos para optimizar las rutas y la utilización de camiones. El proyecto resultó en una reducción anual de la distancia recorrida de alrededor del 20 por ciento, equivalente a un recorte de emisiones en torno a las 1.300 toneladas métricas. Los beneficios secundarios incluyeron una fuerte reducción de accidentes viales y menores primas de seguros.
Compras: Comprometerse con la reducción de la huella de carbono
Las prácticas de compras sofisticadas ayudan a las empresas a controlar sus costos externos y minimizar el impacto en el ambiente. En la construcción de caminos, los precios del asfalto pueden variar ampliamente en función de la dinámica de los mercados locales. Un constructor vial, por ejemplo, solía comprar el asfalto exclusivamente sobre la base del precio por tonelada, lo que a menudo significaba que el producto debía ser transportado largas distancias hasta su lugar de uso. Cuando la compañía adoptó una metodología de costo total de propiedad e incorporó los costos logísticos a sus cálculos, descubrió que otros productores locales podían ofrecer un mejor valor en términos generales. Este cambio permitió recortar los costos de transporte y las emisiones asociadas el 40 por ciento.
Las operaciones de alto desempeño pueden entregar mucho más que impacto económico. Maximizar la tasa de producción que una empresa obtiene por cada unidad de insumo es positivo para sus estados contables y también para el medio ambiente. Si bien el menor uso de recursos y la reducción de los desechos fueron tradicionalmente considerados un efecto secundario deseado de los programas de mejora operacional, muchas organizaciones están incorporando objetivos de sostenibilidad en el diseño de sus planes. En tiempos difíciles, ese abordaje ofrece una vía rápida hacia una nueva normalidad con potencial para ser sostenible tanto en términos económicos como ambientales.